Lejos de demostraciones técnicas habituales del repertorio solista, Hector Berlioz escribe en sus memorias sobre la composición de Harold en Italia: "...un conjunto de escenas donde la viola solo será mezclada como un personaje más o menos activo que conservará su carácter propio...". El instrumento encarna por tanto el rol principal, un Harold soñador que interviene en cada movimiento más como observador, a menudo dejando que la orquesta se encargue de conducir los eventos, (notablemente hacia el final). Este hecho de claro carácter de anti-concerto, permite a Berlioz tratar el timbre y color de la viola como un elemento principal, resaltándolo antes que cualquier otro componente instrumental - expuesta sola al principio de la obra (acompañada por el arpa), luego mezclada con diferentes personajes de la orquesta, los fagotes, los clarinetes, trompas - y que no cesa de contribuir por tanto a una alquimia de sonoridades particularmente llamativas.
El compositor concede una escritura inédita hasta el momento a la viola principal, que no reposa sobre la tradición concertante violinística. Las tesituras medias y graves son muy utilizadas, con un razonable agudo que en ningún momento sobrepasa el Si b en 5ª posición, poniendo en valor y resaltando especialmente las cuerdas al aire (especialmente las notas repetidas sobre la cuarta cuerda Do), mostrando con ello una extraordinaria comprensión de las especificaciones sonoras de la viola. Tal vez peligrosa escritura, en las que a veces es poco perceptible la voz solista delante de la masa orquestal, pero como Berlioz consideró: "...Paganini, por su potencia en la ejecución, siempre hará conservar a la viola el rol principal..."
En el primer movimiento, Harold en las montañas. Escenas de melancolía, felicidad y alegría, también piensa en ciertos efectos como unas sorprendentes subidas en trémolos acompañadas por las trompas, encontrando esa magia sonora en la contraposición de colores creados tanto con la utilización de armónicos y largos pasages en arpegios sul ponticello del segundo movimiento, Procesión de peregrinos cantando la oración de la tarde, dotando el final del movimiento de un reposo atmosférico fantástico y místico.
El compositor concede una escritura inédita hasta el momento a la viola principal, que no reposa sobre la tradición concertante violinística. Las tesituras medias y graves son muy utilizadas, con un razonable agudo que en ningún momento sobrepasa el Si b en 5ª posición, poniendo en valor y resaltando especialmente las cuerdas al aire (especialmente las notas repetidas sobre la cuarta cuerda Do), mostrando con ello una extraordinaria comprensión de las especificaciones sonoras de la viola. Tal vez peligrosa escritura, en las que a veces es poco perceptible la voz solista delante de la masa orquestal, pero como Berlioz consideró: "...Paganini, por su potencia en la ejecución, siempre hará conservar a la viola el rol principal..."
En el primer movimiento, Harold en las montañas. Escenas de melancolía, felicidad y alegría, también piensa en ciertos efectos como unas sorprendentes subidas en trémolos acompañadas por las trompas, encontrando esa magia sonora en la contraposición de colores creados tanto con la utilización de armónicos y largos pasages en arpegios sul ponticello del segundo movimiento, Procesión de peregrinos cantando la oración de la tarde, dotando el final del movimiento de un reposo atmosférico fantástico y místico.
De gran belleza y originalidad es el tercer movimiento, Serenata de un montañero de los Abruzzos a su amante, donde Berlioz consigue una atmósfera de ensoñación, dulce y expresiva, en las que la viola principal desarrolla grandes pasajes en octavas, que apoyadas con diferentes elementos rítmicos y expresivos, no hacen perder el carácter y la dulzura intrínsecas a tema principal, planteado inicialmente por el oboe, replicado y seducido por la sección tutti de violas. (Hecho técnico orquestal que toma protagonismo en este movimiento con la relación simbiótica entre la sección tutti-violas y tutti viento-madera). Berlioz plantea diferentes texturas sonoras con un inteligente planteamiento rítmico y armónico de la sección viento-madera, plasmando la frescura campestre y desarrollando brillantemente una elegante danza esperanzadora y jovial que finalizará en una leve sensación de reposo, juguetón y tranquilizador, con la viola principal con sordina acompañada tan solo de la sección de cuerda
El cuarto movimiento, Orgía de bandoleros. Recuerdos de escenas precedentes, comienza con un dato significativo digno de mencionar que caracteriza además la esencia del movimiento, Berlioz utiliza el término allegro frenetico, iniciando el movimiento con un estruendoso pasaje en tutti con fuocco de gran intesidad y complejidad, da paso súbitamente a la primera sección de viola sola, el adagio que narra la escena campestre inicial, (un Harold rebosante de alegría, melancolía y fantasía), una dualidad que podemos apreciar constantemente en el movimiento, siempre guiada por los complejos pasajes tutti de las diferentes secciones de la orquesta, hacia imágenes del segundo y tercer movimiento. Una masa orquestal que se enfrentará a tremendos pasajes en escalas y arpegios, grandes subidas y bajadas en cromáticos, mezclados con intensos y seductores cambios de ritmos, acentos y originales recursos técnicos y expresivos, haciendo que la obra posea una especial complejidad en su ejecución colectiva.
Es importante mencionar que Harold en Italia desgraciadamente no supuso una influencia inmediata sobre el desarrollo de un repertorio solista para la viola en la época de su estreno. El excepcional carácter de la obra, fuera de normas, no fue muy bien entendido, coartando el genio de Berlioz. Supongo entonces que la sociedad musical que le rodeaba hubiera comprendido mejor la obra si la composición del concerto estuviera basada en tradicionalismos virtuosos más afirmados en el tratamiento de la voz principal. Probablemente así, habría tenido consecuencias más directas sobre la evolución del repertorio en esa época, aunque sin ninguna duda, es verdaderamente hacia finales del XIX donde el potencial de la sonoridad y timbre de nuestro instrumento es explotado, y esta obra tan particular influenció en la obra orquestal de compositores posteriores a su época. Por ejemplo, los franceses Maurice Ravel, Claude Debussy o Paul Dukas, el español Manuel de Falla, los alemanes Johannes Brahms o Gustav Mahler, los rusos Sergei Prokofiev o Igor Stravinsky entre otros... Incluso es un ejemplo para muchos compositores contemporáneos.
En este vídeo podrás disfrutar de una formidable versión realizada por Les Musiciens du Louvre-Grenoble (con instrumentos de época), bajo la dirección de Marc Minkovsky y el brillante Antoine Tamestit a la viola principal. Deseo que lo disfrutes. Si tienes alguna duda y te apetece aportar o conocer algún dato específico más, puedes dejar tus comentarios o ponerte en contacto conmigo.
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